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Morfo: La fuerza de universitarios: factor de cambio.

November 6, 2010

Hemos visto en los últimos días que el sector de la sociedad comprendido entre las edades de 15 a 29 años ha padecido en carne propia la violencia desatada por el gobierno federal de facto en su demente guerra particular. Estos jóvenes mexicanos (pues antes que todo eso es lo que son) no sólo deben, o sus familias, sobreponerse a la violencia dirigida en su contra como una consecuencia de la nula estrategia de los bando en conflicto, también deben luchar contra el estigma de ser joven en un país que no ofrece futuro alguno a esa fuerza productiva contenida por la falta de educación, oportunidades y recursos. Pero en la lógica del gobierno de conservadores no podría ser de otra forma pues una guerra se caracteriza por los cúmulos de muertos, el desastre y la desesperación; en efecto se cuenta ya con esos elementos que describen, en sus formas semánticas y literales, tan deleznable fenómeno político-social, sin embargo la pregunta más importante sigue sin ser respondida por los apologistas de las batallas y granadazos: ¿La guerra es contra el narco o contra la sociedad?

Ante las consecuencias, reacciones. Luego que un estudiante de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, de nombre Darío Álvarez, fue baleado por elementos de la Policía Federal, se presumió casi de inmediato de la detención de esos elementos de gatillo fácil y ya, eso fue todo. Nada de cambios en la estrategia (que no hay), ni cambios en los mandos responsables (que seguro si hay pero se mandan solos); nada de eso, todo queda igual y han reducido este reprobable hecho a una mera incidencia natural, a una consecuencia minimizada. Ante ese salvajismo patrocinado con nuestros impuestos, y ejercidos por esos administradores del desastre, es inevitable pensar que la espiral de violencia ha alcanzado los recintos académicos que creíamos libres de la brutalidad y la muerte. Sería un deber ético que la comunidad universitaria expresara su repudio contra la violencia oficial y llamase a rendir cuentas a los responsables del decadente estado republicano mediante el enjuiciamiento político o su renuncia inmediata. Sin embargo el universitario por sí mismo es responsable de sus exigencias por los tanto no necesita de la aprobación de un quórum de rectores que, quizás, sean comparsa de los boletines oficiales que sólo “lamentan profundamente” mientras recargan el fusil con balas nuevas. Cuando ellos, los universitarios, comprendan que la suma de sus fuerzas en una misma unidad es un factor de mucho peso para cambiar el rumbo que está llevando el país, será el momento en que el resto de la sociedad se una a esa determinación.

Ejemplos de abusos por parte de las fuerzas oficialistas son tantos ya que superan la memoria más obcecada en no olvidar tales crímenes; pero a pesar de ello esos rostros no pierden nombre ni circunstancia sólo porque Felipe Calderón siga diciendo que va ganando, por el contrario: en sus intentos por defender lo indefendible, Calderón nos recuerda a cada momento en que abre la boca que la lucha emprendida por su legitimación desde 2006 hoy es una batalla por someter y acallar las voces críticas que van siendo más, incluso, entre aquellos que anteriormente aplaudían esta clase de exterminio.

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